Una reflexión sobre lo que realmente nos molesta

«El sufrimiento o padecimiento aparecen cuando un modo de ser, actuar, relacionarse o moverse se estanca. Cuando una forma se cristaliza, y se vuelve la única manera de»

Estos eran los términos en que hablábamos, estudiábamos y pensábamos la salud mental (y su ausencia o desequilibrio) hace muchos años, mientras estudiaba Musicoterapia en la ciudad de Rosario.

No pasa desde entonces ni un sólo año sin que en algún momento pueda volver sobre estas ideas, las recuerde y las resignifique. Se volvieron carne, y por tanto dejaron de ser sólo ideas… Se convirtieron en un modo de estar, una manera de mirar y desde donde puedo y me toca, también accionar.

Cuando nos enfrentamos a una situación que no nos gusta, o que cambió tan de prisa que duele… cuando reconocemos algo que no queremos más, cuando eso que se repite nos hace «daño». Cuando lo que viene pasando está lejos de ser lo que me gustaría, cuando me enfrento a algo que siento que no puedo solucionar, que no me sale, que no se por dónde, que no es para mí…
sufro realmente por la situación en sí? me duele lo que está pasando? o me molesta en realidad la inminente necesidad de un cambio en mí? de una mutación en mi manera de estar ahí, o incluso de la posibilidad de tener que dejarlo, irme, salir?

Pienso que la molestia o el sufrimiento no están nunca en el corazón del «problema» que veo o identifico afuera. Quizás eso sólo nos despierta, es un llamado de atención, es una alarma. Tanto como lo es el estómago avisándote que lo que comiste no estaba bien.


Me pregunto si lo que más duele no son en realidad las ideas, las identificaciones y juicios sobre los que construí mi Yo y que ahora necesito modificar o probar diferente. Es la «realidad» de afuera lo que me molesta, o lo que ella me muestra?
Quizás me duele, en el fondo, la certeza de tener que cambiar, de romper algo en mí a lo que ya me había acostumbrado. Puede ser que lo que me hace sufrir sean mis propias ideas sobre lo que no puedo, sobre cómo soy y de cuánto soy capaz. Lo que me mantiene preso de esa situación y ese malestar, es mi incapacidad de moverme de lugar, cuestionar lo que estoy haciendo y diciendo, probar diferente: romper la forma que se cristalizó. Todos los duelos son en realidad, una despedida a un antiguo yo, a algo que ya no me sirve ser.
Cuánto tiempo te llevará ese duelo? Cuánto vas a resistirte a esa muerte necesaria e inevitable?
Es entonces el miedo la causa del dolor? El pequeño instante en que evaluamos la posibilidad de dejar de ser lo que creemos que somos…

Y claro, aterra pensar que puedo «perder» lo que sí me gusta, lo que sí hay, lo que sí quiero…
Y lejos de ser un motivo de angustia, todo eso que Sí puede ser precisamente la brújula del próximo viaje, la base de mi próxima construcción.
Porque en el momento que abrís la puerta y te permitís la pregunta de «cómo podría ser si»… en ese momento, la posibilidad del cambio se sienta a cebarte un mate mientras te conversa… Y ahí es cuando sentís que algo adentro se suelta, se relaja. El sufrimiento se transforma en una extraña mezcla de alivio, curiosidad y entusiasmo tímido.
«es posible que sea mejor», dice.
Y ahí entendés que esa voz interna que susurraba con absoluta certeza decía justamente eso: lo que viene es mejor.

Si pudieses por un instante realmente sentir y confiar en que «nada se pierde, sino que todo se transforma»…

qué situación te animarías a desarmar hoy?

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